Si nos adentramos en el mundo vegetal encontramos todo un vocabulario construido para hablar de árboles: corteza, cámbium, albura, celulosa, resina, clorofila, entre tantas otras. Y no sólo eso, hablamos también de sus propiedades, fibras, textura, coloración, veteado, olor, tacto, porosidad.

¿Podríamos pensar que son éstos los elementos que se entraman en una relación recíproca con el medio para configurar una lengua de la vida vegetal? ¿Son esos trazos y marcas de la madera formas de escrituras no humanas? ¿Atribuirle al árbol la capacidad de escribir es aún sesgo de nuestra mirada humana?

Según estudios botánicos, sabemos que las plantas pueden sentir el zumbido de las alas de un insecto, saborear la saliva de ciertas especies cuando se alimentan de sus tejidos e incluso comunicarse con otros reinos. La vida vegetal es más que una lucha por la supervivencia y la reproducción. Son seres activos y creativos, gestuales, exploratorios y experimentales. Experimentan con la luz, la vibración y la gravedad, con procesos físicos y químicos que intervienen sutilmente en el mundo para que sea un espacio habitable y respirable. Continuamente en crecimiento y multiplicación, alojan materialmente al tiempo.

Hace poco volví a leer el significado de la palabra “antropomorfismo”: atribución de forma o cualidades humanas a lo que no es humano. ¿Cómo pensarlo de modo inverso? ¿Cómo dejarnos transformar por un “fitomorfismo” y vegetalizar nuestros pensamientos y sentidos para comenzar a entender los modos de expresión de las flores, plantas y árboles? Comprender esta manera de estar en el mundo, qué de ella vive en nosotres y habita nuestras prácticas y modos de producción sensible. Descolonizar nuestras miradas, tan humanas.

Escribir es construir parentesco. Entre fonemas y grafemas para algunas culturas, pictografías y logogramas, para otras, generando una composición de elementos visuales. Los elementos de la escritura de la madera se combinan involuntariamente de forma tal que es piel, pelaje, agua, tierra.

El colonialismo ha generado una organización hegemónica de la lengua, aquella dominante se ha convertido en instrumento de opresión y exclusión lingüística: glotofagia. América es huella de esa herida que no sólo ha excluido una enorme cantidad de lenguas humanas sino también al conjunto de narrativas de los reinos mineral, vegetal y animal.

Necesitamos ahora hacer con ellas, componer, escribir, conspirar, articular. Recuperar nuestras gramáticas vegetales que no sólo se encuentran en los árboles sino también en nuestros cuerpos. Y acerca de esto mucho saben abuelas, chamanes y machis.

Fragmentos de escrito presentado en las Jornadas 2020 de la Maestría en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas UNDAV –